Lo mejor y lo peor de Marvel en el cine

A raíz del estreno de X-Men: Días del futuro pasado, repasamos lo bueno, lo malo y lo feo de las adaptaciones de los cómics a la pantalla grande


Los Vengadores. De movida, ¿qué podía salir mal al juntar en pantalla a Hulk, Capitán América, Iron Man y Thor? Por más que su arranque sea a media máquina, una vez que Nick Fury logra reunir a los integrantes clave de S.H.IE.L.D, todo marcha sobre ruedas y logra atrapar en casi dos horas y media el vértigo propio de un cómic, con el balance adecuado entre acción y humor, esto último sostenido por las fricciones constantes entre sus propios integrantes.

Spider-Man 2. La segunda entrega de la trilogía arácnida de Sam Raimi saca provecho de todo el potencial de su primer episodio, y lleva las cosas bien alto, antes de que su epílogo dejase un sabor amargo. El director de El Ejército de las Tinieblas logra llevar a la película de lo inocente a lo oscuro, y de lo dramático a lo kitsch a conciencia. Lejos de quedarse en la idea del superhéroe adolescente, Raimi le impone a Peter Parker los dilemas entre la vida y la muerte, la traición y la venganza con resultados brillantes.

Capitán América: El Soldado del Invierno. Cuando el personaje encierra un estereotipo tan marcado, a veces lo mejor es salirse de la zona de confort. Capitán América fue creado casi como un instrumento propagandista, y su primera película dentro del Universo Marvel (no confundir con la que aparece más abajo) se ocupa de satirizar este aspecto. La secuela, en cambio, sumerge al Tío Sam de los comics en una historia digna de una película de espionaje, como un Bond con escudo en un mundo de dobles agentes.

Iron Man 3. Después que Jon Favreau, director de las dos primeras entregas, le pasara el mando a Shane Black (un tipo que había dirigido una sola película), el temor comenzó a correr entre los fans de Tony Stark. Lo que nadie tuvo en cuenta es que quien pasó al mando era el guionista de Arma Mortal, y plagó a la película de ritmo y one liners sin solución de continuidad, con un resultado más sólido que el traje de su protagonista. Además, no cualquiera hace que la unión entre un héroe soberbio (en el peor sentido posible) y un chico de diez años sea algo tan viable como lógico. Donde todo parece el lugar común de las películas de acción (los sentimentalismos, el villano fundamentalista), Black pone una vuelta de tuerca (je) que eleva la vara y obliga al resto a volver a foja cero.

X2.Después de cómo quedaron definidos los roles en su primer episodio, la segunda entrega de la saga de X-Men pone las cosas a mitad de camino entre la película de acción y el comentario social metaforizado en los mutantes, en donde cualquier parecido con el segregacionismo no es pura coincidencia. A pesar de que tanto esta película como su precursora lograron darle un giro más serio a las adaptaciones de cómics, el tercer episodio no corrió la misma suerte debido a la ausencia del director Bryan Singer y un guión en donde todo está forzado y fluye sin naturalidad.

Lo peor:

Capitán América (1990). El debut en la pantalla grande del supersoldado estadounidense es un breve compendio de todo lo que está mal a la hora de adaptar un cómic al cine. En vez de tratarse de un jerarca nazi, Calavera Roja es el resultado de un experimento que los fascistas italianos realizaron con un chico (¡!), y Steve Rogers es descongelado en los 90 para evitar el asesinato del presidente de Estados Unidos por sus políticas a favor del medio ambiente. La película, de bajísimo presupuesto, significó el primer protagónico para Matt Salinger, el hijo de nada menos que el escritor JD Salinger. Está todo tan atado con alambre que, en vez de hacer agujeros en la máscara de Capitán América para las orejas de Salinger,optaron por pintarlas .

Ghost Rider. Es difícil ser malo sin llegar a dar la vuelta entera para al menos ser un producto de consumo irónico. La historia del motociclista que le vende su alma al Diablo para salvar a su padre apela a un sinfín de recursos mal implementados: un satanismo edulcorado, efectos especiales de escaso realismo, y Nicolas Cage en uno de sus peores momentos actorales. Así y todo, la película fue un éxito de taquilla y se garantizó su secuela, Ghost Rider: Espíritu de venganza, que repitió el balance entre fracaso de la crítica y boom de ventas.

The Punisher. Casi como si sufriera una especie de maldición, hay una constante en cada adaptación a la pantalla de la historia de Frank Castle: cada una de ellas es mala, sin lugar a la discusión. La primera, con Dolph Lundgren (Ivan Drago, nada menos), es un compendio de los clichés en el cine de acción de los ochenta; la segunda, con John Travolta como el villano, no esquiva ninguno de los lugares comunes ni de los estereotipos que cualquier persona se pueda imaginar; y una tercera entrega que, para variar, buscó hacer borrón y cuenta nueva de su historia, con mismos resultados que el resto.

X-Men Origins: Wolverine. Un gran presupuesto, el personaje más solicitado de la franquicia, el apoyo del estudio y un equipo de guionistas trabajando a día y noche: ¿puede salir todo mal? Claro que sí. La historia que cuenta cómo Logan pasa a tener su cuerpo lleno de adamantio se desarrolla sin gracia y a los tumbos, en gran parte gracias a que su guión se escribió mientras la película se rodaba, y por ende su historia está llena de agujeros y extremos sin unir. Antes de que se estrenase, se filtró en Internet una copia incompleta, sin la mayoría de sus efectos visuales, que de todos modos distaron de ser gran cosa en su edición final. Como cereza de la torta, uno de los mutantes del film es will.i.am de Black Eyed Peas. No, no, no y no.

Los Cuatro Fantásticos. El lugar común obligaría a poner la versión de 1994 en este listado, pero sería un error, ya que se hizo sólo para que el estudio pudiera mantener los derechos, y nunca se la estrenó por su bajo presupuesto y su pauperismo a conciencia. La versión de 2005, en cambio, es una súper producción en la que todo falla: su guión es pésimo, estéticamente es pobre y las actuaciones van mucho más allá de lo desganado. La acción fluye con torpeza, al punto tal que tiene uno de los clímax menos esmerados de la historia de los cómics adaptados al cine.

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