Perdonar para ser feliz


Todos sufrimos alguna vez una humillación, una ofensa o una injusticia. Incluso hay personas que toleran ofensas y maltrato diario, no sólo en su entorno familiar, sino también en su lugar de trabajo. Y a veces pasa lo que parece intolerable: los que más nos lastiman son los que deberían amarnos.

Perdonar no significa ignorar el daño o soportarlo estoicamente. Hay personas que lo aguantan para evitar conflictos; y la verdad es que ante una ofensa, el enojo y el disgusto son reacciones normales y hasta necesarias en ciertas situaciones. Pero perdonar no significa cerrar los ojos ante el daño o negar que existe una injusticia, porque si lo negamos, entonces no hay nada que perdonar.

Es normal que una injusticia nos duela y deje una herida. Si no queremos verla, no podemos sanarla. Y el dolor negado dicen que siempre vuelve, o se queda en nuestra vida como una experiencia traumática. Un dolor oculto puede transformarnos en personas amargadas, obsesivas, nerviosas y hasta insensibles, con dificultades para sociabilizar, por ejemplo. Y no poder perdonar hace que el dolor por la ofensa recibida se quede enquistado para siempre en nuestra vida.

Perdonar es un acto de libertad. Es la contrapartida del odio. El odio genera violencia, y la violencia justifica el odio. Ambos se retroalimentan. Al perdonar, ponemos punto final a este círculo vicioso del odio y el resentimiento. Y liberamos al otro, pero también a nosotros mismos, que es lo mas importante. Es como si nos desatáramos del enojo y del rencor.

Superar las ofensas no es una tarea fácil pero sí es crucial. El filósofo Max Scheler sostiene que una persona resentida se intoxica a sí misma. Porque el otro nos lastimó, y punto. Y nosotros nos quedamos ahí, en el dolor. Y a veces nos recluimos y nos quedamos atrapados en el pasado. Y revivimos todo el tiempo el rencor de modo tal que arruinamos nuestra propia vida, porque creamos una especie malestar y una insatisfacción generalizada. Y eso a veces puede llevarnos a la depresión.

Las ofensas que no podemos perdonar reducen la libertad, y además nos puede volver peligrosos, porque una persona herida, hiere a los demás. Y, como muchas veces oculta su corazón detrás de una coraza, puede parecer inaccesible e intratable. En realidad, no es así. Parece dura, pero es insegura.

Para los que dicen que no pueden perdonar hay una buena noticia: Y es que el perdón, está involucrado a lo afectivo, pero no es un sentimiento. Es un acto de la voluntad, o sea que no depende de nuestro estado psíquico.

Por otro lado, olvidar no tiene nada que ver con perdonar. El perdón no es "borrón y cuenta nueva". Exige encontrar la verdad y tal vez comprender la causa de la ofensa. Y el daño, en lo posible debe de ser reconocido y si se puede, reparado.

Perdonar significa renunciar a la venganza y al odio. Dicen que el secreto consiste en no identificar al agresor con su obra. Porque todo ser humano es más grande que su culpa. Cada persona está por encima de sus peores errores.

El perdón es una actitud interior. Significa vivir en paz con los recuerdos y no perder el aprecio por nadie. Al perdonar, es como si le dijésemos al que nos hirió: "No, vos no sos así. Yo te conozco y sé que sos mucho mejor persona."

Perdonar es tener en claro que detrás de todo el mal que alguien puede hacer, hay un ser vulnerable, capaz de ser mejor. Y saber que todos necesitamos más amor del que nos merecemos, que todos somos más vulnerables de lo que aparentamos, y tenemos debilidades, y fallamos.

Además, la mayoría de las veces, cuando causamos un daño, no lo hacemos por lastimar deliberadamente a otros, sino por debilidad, o por inconciencia.

Cuando alguien está enojado, grita cosas que, en el fondo, no piensa ni quiere decir. Cuando alguien es infiel, no lo hace para hacer sufrir a su pareja, sino por irresponsabilidad, o por miedo a enfrentar la verdad, pero rara vez lo hace por pura maldad.

Hay personas que tienen la capacidad de sacar lo mejor de otros, simplemente brindándoles su confianza. Hay un refrán popular muy interesante que dice "Si quieres que el otro sea bueno, trátale como si ya lo fuese."

Perdonar exige ser generoso. Significa ir más allá de la justicia. Hay situaciones tan complejas que ni la justicia puede resolver. Si alguien pierde a un familiar, por ejemplo, la justicia puede castigar al culpable, pero no puede repara jamás la pérdida, es ahí donde tiene cabida el perdón.

El arrepentimiento del otro no es una condición necesaria para el perdón, aunque sí es conveniente. Es mucho más fácil perdonar cuando el otro pide perdón. Pero a veces hace falta comprender la incapacidad del otro para admitir su culpa. Perdonar es un acto de fortaleza espiritual, un gran alivio.

Y no vale especular. Es decir, perdonar con alguna condición. Por ejemplo, para que el otro se “de cuenta” de lo que hizo, o para que cambie, El perdón verdadero es incondicional.

Incluso se puede perdonar sin que el ofensor se entere, porque el perdón es algo interior. Porque a veces, si comunicamos el perdón, y lo hacemos de manera inconveniente, el otro puede sentir que lo hacemos para humillarlo u para demostrarle lo generosos que somos, y eso puede empeorar las cosas. Hay que tener cuidado con la arrogancia. Hay que evitar mostrar superioridad moral.

Y cuidado, que perdonar no significa darle permiso al otro para que nos vuelva a ofender. Tal vez una de las condiciones previas al perdón sea tomar distancia del agresor.

Y otro punto a tener en cuenta es que todos necesitamos el perdón, porque todos hacemos daño a los demás, aunque algunas veces no nos demos cuenta.

Hoy te preguntamos…¿Hay alguien que te hizo daños y que no podés perdonar? ¿Qué cosas no querés perdonar?



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