La canción mata billetera
La canción mata billetera
Por Rolando Hanglin
Especial para lanacion.com
Lo estableció en una sentencia memorable el personaje mediático Jacobo Winograd: "Billetera mata galán". Es un tipo de afirmación habitual en los juegos de naipes del Río de la Plata (específicamente, el truco) en cuyo contexto se enseña que "as de espadas mata as de bastos, siete de espadas mata siete de oro", etc. De esa forma se cuantifica el valor inalterable de una figura, cualquiera fuesen las circunstancias. Es decir: as de espadas mata as de bastos siempre, pase lo que pase y donde sea. Del mismo modo, billetera mata galán. En otros términos: por más que el muchacho sea joven y buen mozo, educado, encantador, chistoso, caballeresco, dotado de fuertes brazos y boca sensual, alto y elegante como un príncipe, siempre será más atractivo para las mujeres un hombre rico. Tal vez viejo, ordinario, malo, ruin y aburrido como una ostra. Pero rico. ¿Por qué? Porque billetera mata galán.
Un par de músicos argentinos, Rubén Juárez y Luis Reales, han acuñado un nuevo concepto axiológico, basándose en sus propias observaciones sobre las mujeres, las parejas y la vida: canción mata billetera. La mujer estará tentada por un consistente millonario, pero entregará su amor perdurable al individuo que le dedique una canción romántica. Es un axioma: canción mata billetera.
Algunas reflexiones a propósito de este teorema, que llamaremos Juárez-Reales. Según Charles Darwin, que como todos saben navegó por estas costas a bordo del Beagle, capitaneado por el capitán Fitz Roy, recogiendo muestras fósiles, minerales, vegetales, y conociendo a don Juan Manuel de Rosas y el entorno pampeano de 1830, los pájaros aprendieron a cantar sólo para atraer a sus parejas. En principio, la evolución de las especies se basa en la supervivencia del más fuerte, el más apto, el más adaptable a los cambios climáticos. Pero también (¡Qué excepción más notable!) sobrevivía y se multiplicaba el pájaro que cantaba mejor, y por lo tanto conquistaba a una hembra. Es decir que la riqueza del canto fue, en estas especies, una "ventaja evolutiva" como dicen los biólogos, y por eso se desarrollaron los pajaritos cantores que hoy son el telón sonoro de la naturaleza por excelencia: el chingolo, el zorzal, el benteveo, los mirlos y ruiseñores.
Es decir que algo hay en la fuerza atávica del canto. Cuando la mujer siente que el cantante canta para ella, una fuerte emoción la impulsa a la entrega sexual.
Por algún motivo, al final de la Edad Media (dicen que alrededor del siglo X) surgieron en el Viejo Mundo los trovadores. Cada uno de ellos enamoraba a una señora. Podemos deducir o sospechar que también era el amante de dicha señora, pues los matrimonios de aquel entonces eran asunto de Estado. Los señores feudales se casaban por alianza de familias y territorios. Nadie esperaba que amaran a sus esposas, de modo que éstas tampoco tenían obligación de amarlos. Si se trataba de amor, para eso estaban los trovadores: dicen que en aquel instante histórico se inventó el amor romántico. La idea de estar enamorado. Ligada, pues, a la canción.
A toda mujer le encanta un tipo que pase a buscarla por la puerta de su casa en un Mercedes Benz, que le regale un anillo de oro o la invite al Caribe en su jet privado. Pero hay otra cosa que le puede gustar aún más. Algo muy antiguo. Conservado en todas las tradiciones de pueblos hispanos; se la conoce en México, en España, en Salta. Es... ¡la serenata!
El enamorado se planta al pie del balcón, acompañado por sus amigos con las guitarras, o tal vez por músicos contratados, y canta (o manda cantar, pero mejor si la canta él) una bella canción como las de Cuco Sánchez o Chavela Vargas.
En realidad, si miramos a nuestro alrededor veremos un millón de ejemplos. Joaquín Sabina reúne a 40.000 espectadores en Buenos Aires. Charly García amenaza con hacer otro tanto en Mar del Plata. Los muchachos de Metallica, Ricardo Arjona, Luis Miguel, Juanes, los hermanos Calamaro... todos los grandes cantantes están siempre acompañados por bellas mujeres. Si los futbolistas son "galanes", los mata el empresario "billetera", y éste sucumbe tranquilamente ante la canción: Mick Jagger.
Casi resulta obvio el ejemplo de "Sandro" (Roberto Sánchez), que fue llorado por cientos de "nenas" de toda edad después de una larga enfermedad. Pero el paroxismo llega con los rockeros, que desde Elvis Presley hasta Robbie Williams, pasando por los Beatles, han provocado escenas de histeria entre las chicas que lloran, patalean, arrojan bombachas, llenan estadios y, cuando pueden, se infiltran en la habitación del ídolo, para después declarar felices al periodismo: "Yo pasé la noche con Canción".
¿Y las eternas enamoradas de Carlos Gardel, que "cada día canta mejor"?
¿Y las que suspiraban por Frank Sinatra?
¿Y las que aullaban escuchando a Iván Noble?
¿Y las que hoy se desmayan al ver a Joan Manuel Serrat?
Por más que se esmeren, ni Cristiano Ronaldo (galán) ni su tocayo Cristiano Rattazzi (billetera) lograrán lo que logró Ricardo Mollo (canción) hoy casado con Natalia Oreiro.
Demás está decir que los periodistas no figuramos en ningún ranking. Y los escritores no han vuelto a estar de moda desde los años gloriosos de Arthur Miller, Charles Bukovsky y David Viñas.
Queda entonces, así coronado, el axioma Juárez-Reales: canción mata billetera, que mata galán.
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