La mujer víctima

Vivimos flotando en un mar de literatura sobre la mujer y la pareja. Se habla de mujer y pareja en la televisión, en la radio, en los diarios, en las revistas, en la calle, todos los días.
Sin duda, esto no es gratuito. La mujer es un tema candente: cada vez más, desde la década del 60 hasta hoy. La pareja humana, que funciona cada vez menos, es también un tema que genera numerosos ensayos sociológicos, sexológicos y psicológicos, y manuales de autoayuda ¡Todos escritos y pensados para mujeres! Aparentemente, las vicisitudes de la pareja no interesan al hombre. Esto ya es de por sí un detalle extraño, porque el varón representa el 50 por ciento de la pareja humana, y por lo tanto lo afectan los éxitos y fracasos, la desdicha y la plenitud. Pero, aparentemente, el tema "no es de hombres".
Entre los millones de páginas escritas sobre la mujer, tomamos estas líneas, que pertenecen al libro Pasado, presente y futuro del sexo y del amor, obra de la psicoanalista y sexóloga carioca Regina Navarro Lins.
"Priscilla está casada hace 24 años. Se siente profundamente sola, a pesar de que vive con su marido y con dos hijos de 22 y 20 años. Con su marido no tiene ningún diálogo. ¿Sexo? Ni se acuerda de cuando fue la última vez. El sólo le dirige la palabra para quejarse por los gastos de la casa o criticar la comida. A los hijos no los ve casi nunca. Tienen su propia vida y muchísimas actividades. Conteniendo las lágrimas, Priscila se desahoga: ´Nunca pensé que mi vida iba a ser tan infeliz. Cuando era joven, antes de conocer a mi marido, siempre imaginaba una escena, que era como yo me figuraba la vida familiar. El domingo, todos juntos en casa. Mi marido leyendo el diario y fumando una pipa; mi hija tocando el piano; mi hijo pidiendo dinero para salir, y yo muy feliz mirándolos."
La vida casi nunca resulta lo que uno imaginó, y eso no le pasa solamente a Priscilla. Quisiera subrayar la posición de víctima que asume el personaje desde el principio, o que le atribuye Navarro Lins.
1. Se siente profundamente sola. Perdón: ¿El marido se sentirá solo también, o no es tema de interés?
2. Ya no recuerda la última vez que tuvo sexo. Seguramente, el marido tampoco lo recuerda y está de mal humor precisamente por eso.
3. El marido (que ni siquiera tiene nombre) sólo le habla para quejarse por los gastos. Sin duda, mientras se queja maldice su destino de pobre empleaducho, su incapacidad para generar la prosperidad con que él también soñó. ¿Y Priscila le habla a él? ¿Es interesante, seductora y divertida su conversación?
4. Nunca ve a los hijos, de 20 y 22 años. ¡Seguramente el marido (que viene a ser el papá de esos jóvenes) tampoco los ve, ni tiene mayor diálogo con ellos, porque así suele ser hoy día!
5. "Conteniendo las lágrimas", Priscilla cuenta que está desilusionada de la vida. Tenemos una noticia para ella: su marido está haciendo exactamente lo mismo. Se traga las lágrimas, digiere como puede su frustración, su tedio, su soledad y sigue trabajando. Que es lo único que sabe hacer. Porque no sólo las chicas imaginan un futuro de familia feliz y niños buenos. ¡Los muchachos también sueñan con eso, y por ese motivo se casan!
O sea que Priscilla no es una víctima de la vida, del matrimonio frustrante, de un esposo huraño y gritón, de unos hijos egoístas, etc. No es víctima de nadie. Ella y su marido forman una pareja que está funcionando mal: no tienen sexo, no tienen diálogo, no reciben atención de los hijos, se aburren, se sienten solos y tristes. Los dos. Esto es consecuencia de la vida que han elegido y del modo en que la llevan.
No conocemos a Priscilla. A lo mejor, a los 18 era una garota sabrosa, divertida, bromista, llena de ideas, capaz de acariciar y seducir como sólo una carioca puede hacerlo. A lo mejor su marido, a los 25, era un carismático jugador de volley-playa, con los proyectos y el sex-appeal propios de la edad. Sin conocerlos, nos atrevemos a sugerir que a los dos los atropelló la vida. Los años trajeros arrugas, fastidios, rollos, celulitis, discusiones, cansancio, aburrimientros varios, y de pronto no saben o no pueden estar juntos, solos. Con hijos ya grandes, por encima de los 20 años, la pareja tiene una nueva oportunidad de vivir el romance. Escucharse, acariciarse, amarse, viajar, charlar, pero es preciso que él y ella tengan una pizca de instinto seductor. A lo mejor no pueden.
Lo más importante es que Priscilla y mil millones de mujeres iguales a ella no se consideren víctimas. Si no tienen diálogo con el marido, no se trata de que "el ogro no les habla". Si desapareció el sexo, no pueden explicarlo como que "él no me lo hace". El fondo de frustración, soledad y melancolía, sin duda ¡Es de los dos!
Hay algo profundamente perverso en la victimización artificial de las personas. Algo que sucede mucho en el mundo moderno, donde a juzgar por la tele, el cine, las revistas, los diarios y lo que se dice en la cola de la feria, las mujeres son víctimas de los hombres, los negros son víctimas de los blancos, los indios son víctimas de los europeos, los pobres son víctimas de los ricos, los árabes son víctimas de los israelíes, y así ad infinitum.
Esta filosofía de la víctima lo justifica todo. Cualquier víctima puede tener "Un día de Furia" y cometer alguna barbaridad porque el pobre, después de tanto padecer, un día estalló. La victimización artificial incuba y fomenta la venganza, la revancha, la violencia, la injusticia, porque a la víctima se le perdona todo. Puede insultar, puede desvariar, puede ofender y hasta herir o matar, porque finalmente es una pobre víctima.
El juego de la víctima es como la ruleta rusa. Al final, hay uno que muere.

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