La envidia

Pensamientos incorrectos

La envidia

Por Rolando Hanglin
Especial para lanacion.com 

Marcelo Tinelli es básicamente un periodista, aunque su estupenda carrera lo ha conducido a terrenos muy especiales, vinculados con el espectáculo, el humor, la televisión como show y como negocio, etcétera. En el momento en que Tinelli se convierte en lo que es ahora -digamos un showman- pasa a ser un objeto de observación y crítica por parte de los periodistas. Ya no un "colega" sino un "tema".
¿Qué hay de nuevo en este tema? Muy simple: Marcelo Tinelli cumplió cincuenta años y ofreció una fiesta. Normal.
Todos los seres humanos cumplimos años. Algunos lo celebramos con cuatro íntimos, otros brindan sencillamente con su pareja, otros soplan las velitas del caso, otros bailan hasta el amanecer, otros dejan pasar el día porque no tienen un peso, o porque lo encuentran muy poco memorable. En fin, cada cual hace lo que le parece.
En el caso de Tinelli, hombre de posición expectable, actualmente soltero y en una edad simbólica (los cincuenta) decidió organizar una fiesta importante, que según los entendidos le habría costado 560.000 pesos.
Sinceramente: hay que aplaudir a un muchacho que se gasta semejante fortuna para agasajar a sus amigos, dando trabajo (en tiempos de doloroso desempleo) a docenas de mozos, promotoras, bailarines y bailarinas, decoradores, pintores, acróbatas, choferes, sastres, diseñadores, peluqueros, agentes de seguridad, fotógrafos, cocineros... un ejército de "laburantes" de todo nivel. En nombre de todos: gracias, Tinelli.
Pero cuando un hombre llega a la cúspide de su éxito profesional en una desdichada comunidad de envidiosos, como la nuestra, despierta críticas y comentarios envenenados.
Está impreso en una crónica de actualidad sobre el cumpleaños de Marcelo:
"¿Existe la intimidad para Tinelli? Veinte años al frente de uno de los programas más exitosos de la tevé parecen haber erosionado su concepto de lo privado". Curiosa acusación en un medio donde todas las revistas, todos los diarios, todos los canales, todas las radios, todos los artistas, todos los elencos, celebran sus fechas sagradas con reuniones pletóricas de besos y escotes, brindis y canapés, abrazos y declaraciones de amistad eterna.
"El espectacular festejo fue planeado al detalle con obsesión televisiva". (Como cualquier fiesta grande, obvio, pero en este caso se habla de obsesión como si hubiera algo patológico.).
"Él mismo se encargó de elegir a los invitados". (¿Y quien los iba a elegir?)
"Habló personalmente con cada uno de los 460 invitados". Perdón: siempre se invita personalmente a los participantes de una fiesta, por una cuestión de buenos modales.
"Incluyó a sus ex -mujeres, Soledad Aquino y Paula Robles". Me parece un toque afortunado de civilización, aunque la maligna referencia insinúa un manejo "mercenario" de afecto y pasiones personales, para redondear un combo comercial.
"Los únicos políticos invitados fueron Daniel Scioli, Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta". Normal; todos ellos son amigos personales de Marcelo desde hace años.
"No estuvieron invitadas grandes figuras de la farándula como Susana Giménez, Mirtha Legrand o Moria Casán". ¿Y cual es el problema? Seguramente, Tinelli no las considera "amigas personales".




Foto: Archivo   /  
Se pregunta un comentarista: "¿El personaje se devoró a la persona? ¿Tinelli hubiera podido hacer algo más "privado" que esto?". No sabemos por qué motivo Marcelo debería dar una fiesta más privada o menos privada, con más show o menos show, con grandes artistas o sin grandes artistas. ¡Es el cumpleaños suyo, la fiesta de él!
Consultaron a Gerardo Sofovich, que tampoco estuvo invitado, a la pesca de algún comentario resentido: "No tengo por qué pedir explicaciones", respondió Sofovich.
Solicitaron los pensamientos de un filósofo acerca de la fiesta, y respondió: "En cuanto a cómo el cruce de fronteras entre lo privado y lo público intervienen en la construcción de una identidad, ocurre en general que las identidades se equiparan a una superficie donde, como en los cuadros de Andy Warhol, la identificación se hace con una imagen; y las identidades, así, pueden a veces distorsionarse como imágenes". Sabe Dios lo que quiso decir el "filósofo". Yo pude seguir su discurso hasta la aparición inopinada de Andy Warhol. Ahí abandoné. Se supone que este buen señor vio algo malo en el cumpleaños de Tinelli.
Otro comentario: "La fiesta fue una demostración de debilidad".
Escupe su verdad un experto en tevé: "Marcelo Tinelli ya no tiene una vida privada. La mitad de su vida, Tinelli la pasó más con amigos del medio que con amigos reales de la vida". Aparentemente hay algo malo o enfermo en esto, pero debo decir que todos los que trabajamos ocho o diez horas diarias pasamos más tiempo con nuestros compañeros de trabajo que con nuestra familia. ¿Y qué tiene de malo?¡Es la vida de los que trabajamos!
Ahora una psicóloga: "Tinelli puede decir que es una fiesta privada porque él elige a quienes invitar, pero todos acceden porque están ligados a su poder de showman".
A mi modo de ver, todas estas críticas retorcidas son sólo una muestra de envidia, porque los opinantes tienen menos plata, menos talento y menos éxito que Tinelli. Como aquellos "analistas" que criticaban la "impunidad" y la "frivolidad" del casamiento de Maradona con Claudia Villafañe, hace ya unos 30 años, porque el futbolista se había despachado con una mega-fiesta en el Luna Park, dejando buena plata en nuestro país y brindando mucho trabajo a diseñadores, maquilladores, mozos, músicos, cocineros, peluqueros, modistas, fotógrafos, cocineros?y periodistas. Porque nosotros vivimos de ellos, de la gente que es noticia.
Con la misma envidia descontrolada, una periodista se lanza audazmente a opinar sobre los 320.000 argentinos que viven en countries, últimamente asustados por algunos asaltos a mano armada: "El temor los agrupa y los esconde en un sueño ficticio. La casa de dos pisos, el pedazo de verde, la familia, las calles silenciosas, los amigos del golf. Un sueño sin sobresaltos ni fantasmas, donde pueden tejer sus ambiciones. El colegio privado, la capilla, el aeródromo, la caballeriza, el lago, los patitos. Un sueño intocable, perfecto. Pero la realidad les pisa los talones. Y tanta ostentación los condena a los miedos más oscuros. Puedo ver entonces cómo se desdibujan las sonrisas".
Indudablemente, mi colega goza cuando ve sufrir a la gente de los countries. Al mismo tiempo, les reprocha que se "esconden" y que "hacen ostentación", sin ver que son dos acciones contradictorias. El que se esconde no ostenta, y el que ostenta no se esconde. En cuanto a las terribles "ambiciones" de todos estos cientos de miles de argentinos, sólo pretenden vivir una vida de familia pacífica, en el sosiego de la clase media. Como aquella existencia que conocimos en nuestra infancia, y que ahora nos gustaría regalar a nuestros hijos y nietos, andando en bicicleta y jugando con el perro.
Por todo esto, aquellos que pueden, se compran una casa en el country. Todos los countries sin excepción están rodeados de grandes barriadas o villas donde habitan miles de personas que viven de los barrios cerrados: cocineras, mucamas, niñeras, quinteros, jardineros, plomeros, albañiles, pintores. Si se desencadenara una ola de pánico con la consiguiente estampida, todos esos humildes trabajadores quedarían desocupados.
Por otra parte, la idea de que un ciudadano argentino, al vivir en un barrio cerrado, queda separado de la realidad nacional, como si se hubiera radicado en Montecarlo o en Zurich, es infantil. Todos los countries, barrios cerrados y urbanizaciones quedan en la Argentina, están habitados por argentinos, han sido construidos por argentinos, funcionan con leyes, reglamentos, empleados, transgresiones y manías argentinas. Se sale del barrio por una calle argentina, y todo está envuelto en los conflictos, tensiones, alegrías y delicias de nuestro país. Sólo que el barrio cerrado (como los miles de torres con departamentos construidas en los últimos diez años en Buenos Aires, Rosario, la Plata, Córdoba, Salta, Mar del Plata) ofrece una defensa para atenuar los graves inconvenientes de la vida actual. A saber: inseguridad, ruido, desorden, fealdad y mugre. Los ciudadanos intentan protegerse de una realidad desagradable y peligrosa. Por eso piden seguridad las 24 horas. Por eso en los edificios hay gimnasio, salón de usos múltiples, solarium y sauna: para poder vivir dentro del refugio sin salir a la calle, que es peligrosa. Por eso las farmacias ponen rejas en Recoleta o en Fiorito, por eso las puertas se cierran con doble llave, tanto en la Villa 31 como en Recoleta. Porque pobres y ricos quieren defender lo que tienen, sea mucho o poco, empezando por su propia vida. Lo saben bien los comerciantes que fueron asaltados ocho veces en cuatro años, los vecinos que no pueden dormir y deben vender su casa, con la esperanza de mudarse, porque de golpe se encontraron rodeados de bailantas, con parlantes atronando y borrachos orinando en los umbrales hasta las nueve de la mañana. Los chicos humildes a quienes dos tipos con una navaja les robaron un par de zapatillas, un vaquero, la bici y veinte pesos.
Pero la envidia no entiende estas razones. Quiere ver a los ricos empobrecidos, y a los triunfadores derrotados.
En este artículo no he consignado la fuente donde aquellas tétricas opiniones se publicaron, ni tampoco la identidad de los comentaristas. Me dio vergüenza, ya que en general son colegas míos. Además, se sabe que cualquier discusión entre periodistas resulta aburrida y repelente para el público. ¿Para qué desencadenar una más?
Pero todos habrán podido encontrar estos párrafos -u otros similares- en la prensa oral y escrita.
Por mi parte, le deseo feliz cumpleaños a Marcelo Tinelli: ojalá que el champán haya estado riquísimo, y que todos la hayan pasado muy bien. Hago votos para que no haya más asaltos en los countries ni en ninguna parte, para bien de las personas honradas, ricas y pobres, que conviven en ellos.

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