¿Que dice de nosotros el desorden o el orden extremo?


¿Nunca sabes dónde están las cosas que necesitas? ¿Tarda mucho en encontrar las llaves, el otro par del zapato, los papeles importantes...? ¿Vivís en un mundo caótico y desorganizado en el que no te es fácil organizarte? ¿O sos excesivamente ordenado y prolijo al extremo que te cuesta convivir con otro? Ambas conductas externas tienen mucho que ver con nuestro orden interno, mental y emocional, según parece.

Hay una interpretación psicológica tanto para el desorden externo, como para el orden. Para algunos especialistas, muchas veces el desorden es una conducta aprendida. Y también dicen que hay algo de comodidad en ser desordenado, porque el orden supone un mayor esfuerzo y consumo de tiempo.

También hay perjuicios, obviamente, que aparecen a largo plazo y que son producto de esa desorganización, como pueden ser la impuntualidad, la pérdida de eficiencia, el tiempo invertido en la búsqueda de las cosas, o la falta de entusiasmo.

El desorden suele darse en la gente poco perfeccionista, o en las personas más relajadas, que no necesitan tener el control del entorno. Aunque puede darse el caso contrario; personas muy exigentes que no ordenan porque piensan que no disponen del tiempo necesario para hacerlo a la perfección. También, se da en los que tienen poca habilidad de resolución de problemas, o falta de planificación o un mal manejo del tiempo.

De todos modos, en el terreno de la psicología se cree que no puede hablarse tanto de tipos de personas como de grados de desorden o contextos de desorganización. A veces, las personas son desordenadas en un terreno específico, pero no en otros. Hay quienes son muy organizados en el trabajo pero en su casa son un desastre. También se da que algunos tienen las cosas aparentemente desordenadas pero son capaces de encontrar cualquier cosa. A esto se le conoce como el ‘desorden ordenado’ o un “orden no ortodoxo”

Hay personas que viven con distinto grado y diferente estilo de desorden. Algunos ejemplos pueden ser estos:

EL ACAPARADOR: “Esto me puede servir” es su frase preferida.
Guardan todas las cosas que les pueden servir, como si al día siguiente fuera llegar una catástrofe. Esto se relaciona con una sensación de inseguridad; es como si el guardar y guardar los estuviera protegiendo de algo que va a suceder.

EL APLAZADOR: “Mañana veo qué hago con eso” dicen…
Son las personas con tendencia a dejar todo para después. Simplemente no pueden empezar, como si al día siguiente fueran a tener más energía y tiempo para hacer algo.

EL REBELDE: “No quiero y no me puedes obligar” es la frase que los define. A veces en la infancia, nos hartamos de nuestra mamá obligándonos a ordenar de manera excesiva cuando lo que queríamos era jugar y pasarla bien. Pero crecemos y seguimos con esa resistencia. No nos damos cuenta de que esa guerra terminó y ya no se trata de contradecir a alguien.

EL PERFECCIONISTA: Dice siempre: “La próxima semana, organizo todo perfectamente”. Ese afán de hacer las cosas perfectas y esperar el momento oportuno para organizar sólo provoca que se acumulen las cosas por arreglar hasta que se vuelve intolerante todo el desorden.

EL SENTIMENTAL: “¡Cuántos recuerdos!” piensan. Tienen cajones llenos de envolturas de chicles, dibujos, notitas, tarjetas, souvenirs y un montón de cosas que representan un momento de sus vidas. Pueden permanecer intactos en un cajón por años.

El desorden se aplica igualmente tanto a la vida y a los hábitos exteriores de una persona como a la vida del alma. La vida como se muestra exteriormente esta siempre relacionada de algún modo con la existencia interior.

La persona realmente unificada en términos espirituales debe ser también organizada en sus hábitos exteriores. La gente ordenada lo es en lo que

concierne a su persona, y también en la conducción de su vida diaria. No acumula, cuida de los trabajos del día a día a medida que surgen, aunque que eso signifique en el momento realizar algún esfuerzo, en lugar de seguir la línea de menor resistencia. Crear orden siempre significa una inversión de esfuerzo.

Cuando el desorden esta presente en la vida de una persona, dicen que es porque esa persona se evade, huye de algo, sigue una política de evitar la confrontación.

En el nivel interno, el desorden y la evasión se da cuando no se trabaja con todo el material acumulado de la mente y de las emociones, como descartando material viejo, ajustando ideas y sentimientos dentro de los canales lógicos; o sea, siendo consciente de uno mismo y estableciendo una operación fluida y armoniosa en el interior del sistema psíquico.

Se puede aplicar esta conducta a las pertenencias de uno, a las cuestiones de dinero; o incluso al uso que se hace del tiempo. Puede significar la superación de viejos hábitos de diferir, de postergar cosas que tienen que ser hechas, en lugar de encararlas en la medida que surgen.

El principio es el mismo, sea que se refiera a la vida interior o a la exterior.

Es fácil ver que si uno realiza sus tareas en tiempo, si no acumula cosas inútiles y viejas, si encara inmediatamente los asuntos necesarios, si no evita, no posterga ni se elude a uno mismo diciendo que no tiene importancia, tanto en el interior como en el exterior, entonces uno tiene control sobre su vida. Un control sano y necesario.

Por otro lado, la manía por el orden y el afán de perfección y pulcritud que sienten algunas personas puede ser un rasgo muy ventajoso en algunas situaciones, pero también puede ser indicativo de una patología y revelar la existencia de un trastorno de la personalidad. Eso se llama TOC: trastorno obsesivo compulsivo. Un entorno familiar o social muy rígido y exigente puede favorecer la aparición de estos rasgos.

Cuando se trata de una simple manía por el orden, este rasgo particular de la personalidad puede llegar a ser ventajoso cuando el afán por el método, la perfección, la pulcritud, la proporción y la simetría se aplica a campos como la ciencia y la matemática, o a cualquier otra actividad que requiera un alto grado de rigurosidad, precisión y exactitud. Sin embargo, cuando estos rasgos son patológicos se convierten en un claro inconveniente, ya que en exceso entorpecen el rendimiento normal.

El desorden obsesivo-compulsivo es el cuarto trastorno mental más frecuente, sólo superado por las fobias, el abuso de alcohol y la depresión.

Mas allá de los casos extremos y patológicos, todos tenemos un cierto nivel de orden o de desorden, externo o interno…¿Cuál es el tuyo?


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Comentarios

  1. Si: "Para algunos especialistas, muchas veces el desorden es una conducta aprendida." lo cual asevera que no para todos y por lo tanto no obedecen a un mismo patrón, solo cabe concluir que la psicología no es una ciencia exacta ... donc ... sujeta a interpretación por cada cual ... sic... la conducta la rige la necesidad del individuo y no su apariencia.

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