Cuáles son las 10 mejores pizzerías barriales de Buenos Aire
Basta de rúcula y queso brie: acá te contamos dónde conseguir las mejores zapis de barrio.
Las pizzerías de Buenos Aires parecen ser como el hombre, que a su vez, como se sabe, es como el oso: cuanto mas feo, más hermoso. En materia de muzza, cuanto mas rústico y más grasoso... más rico. Será por eso que en los barrios la pizza de soja en colchón de hojas verdes no marcha. PLANETAJOY te tira la posta: este es el top 10 en materia de muzza arrabalera.
1. Pirilo. Para minimalistas. Ni platos tiene. Ni mesas, ni baños, ni nada que no sea muzzarella, fainá, fugazza, fugazza rellena y un público fiel que espera que abran cuando se les cante. Un local de ocho metros cuadrados que saca pizzas en moldes de 60 centímetros de diámetro y las despacha en caja o servilleta. Si te portás bien te venden un vaso de moscato. Lo único que sobra es la mística. Mentira: también chorrea el queso y desbordan los clientes. Funciona desde 1932; desde que Pirilo murió atienden sus hijas, bastante distintas a Narda Lepes. Suelen ser las únicas mujeres en ese antro con tacheros que no dicen "hasta mañana". La fainá estaba a cargo del hermano de Pirilo, y cuando éste murió, en los años ochenta, dejaron de ofrecerla. Fue más de una década de luto para los paladares de San Telmo. Por suerte, ya hace tiempo que el dúo sale completo. Un mediodía cualquiera se escuchó a alguien decir: "Sólo por esto valió la pena haber vuelto a Buenos Aires".
Defensa 821, San Telmo
2. San Antonio. Más de 70 años de buena pizza explican que un martes a las 11 de la noche haya gente esperando mesa. Como entrada sale la fugazzeta, alta y rellena. Después arrasa la San Antonio: media masa con muzzarella, jamón, morrones, tomate, longaniza, huevo y aceitunas (pero sobre todo longaniza). La decoración no pasa de los potus de plástico, y ni falta que hace. Hay empanadas y sándwiches... pero todo el mundo pide pizza. Eso sí, al final de la noche acecha la torta Lujuria, tan pecaminosa que mejor ni describirla. En el mostrador esperan los que eligieron ser su propio delivery boy: San Antonio no tiene servicio de envíos. Si la querés, andate hasta Boedo.
Av. Juan de Garay 3602, Boedo
3. Napoles. La definición de la media masa: ni una lámina imperceptible ni un bollo para atragantarse. Pero por un pesito de recargo, pueden sacarla a la piedra. Sale finita pero no maricona: jugosa, aceitosa, lo mejor de ambos mundos. El local, con plantitas vivas, tiene un auténtico mostrador de estaño donde todo cuesta un poco menos (y por cómo atienden los mozos, mejor el mostrador). Todavía se puede pedir con éxito un vasito de agua de la canilla y disfrutar un rato de Crónica TV. Se lucen las pizzas de tomate, jamón y espinaca (con salsa blanca, pero también un poquito de tomate). Gran gama de copas heladas para los estómagos de acero.
Av. Corrientes 5588, Villa Crespo
4. El Fortín. Desde 1962, el horno de El Fortín es el centro geográfico y sentimental de Monte Castro, entre Vélez, Villa Luro y Devoto. Funciona a leña, mide tres metros de diámetro y se aguanta hasta 25 moldes a la vez. La gente saca números frente a banderitas de All Boys y Vélez Sársfield, porque no, no hay delivery. Sale generosa la muzza con fainá, para comer de dorapa en el sector ad hoc. La masa es aireada, alta, liviana; las especias, precisas; la fainá mide 15 milímetros de alto. Una vez una limusina blanca paró enfrente y el chofer pidió tres grandes de jamón y morrones; cuando arrancaba, se vio saludar a Diego Maradona, feliz, con la boca llena de pizza. Pobre doctor Cahe, así no hay dieta que aguante.
Av. Alvarez Jonte 5299, Liniers
5. El Cedrón. Más de 50 metros de fondo, y tres cajas: una para los mozos, otra para llevar y otra para la rotisería. Pero a la zapi: la de salsa blanca con espinaca, perdón, espinaca con salsa blanca sale esponjosa, gratinada, milagrosa. Atenti a la de doble muzzarella y la fainá con cebolla. El sitio se fundó en 1908 como el almacén "La primera curva", en honor al recorrido del tranvía. Por eso, se atreve a tomar como propio el escudo del barrio y usarlo de logotipo. Decir Mataderos es decir El Cedrón. En verano todo pasa en la vereda (techada). Desde la puerta controla todo un busto en honor al boxeador Justo Suárez, el Torito de Mataderos. Parece decir: nadie se atreva a tocar a mi pizza.
Av. Alberdi 6101, Mataderos
6. Santa María. Qué difícil es elegir la mejor pizza de Chacarita. En 150 metros se apiñan Albamonte, Santa María, San Remo y el Imperio de la Pizza, todas instituciones. Esta carabela cósmica apabulla con su variedad. La Gran Santa María propone un atracón de muzza, jamón, morrones, huevo, tomate, palmitos y provenzal; la Especial Carabela innova con durazno y manzana; la Carioca, con naranja y whisky. Para almas un poco más conservadoras, salen la de pavita con champiñones, la de sardinas y la de humita. En el salón hay un área de pizza de parado, otra de empanadas, otra de pastelería y confitería (atenti a los bombones) y un mostrador de café con promos de desayuno. Santa María es un amigo de fierro: siempre está cuando lo necesitamos.
Av. Corrientes 6801, Villa Crespo
7. Burgio. Toda una rareza: excelente pizza al molde en gran ambiente pizzeril, ¡en Belgrano! Las señoras se cruzan de vereda para no sentir el olorcito a muzzarella, ese canto de sirenas que emite el horno a leña. No por nada la barra brava de River se camina todo para venir a calmar la lija. Es que no hay otro lugar así en kilómetros a la redonda. Adelante está el triple mostrador, atrás el salón con paredes de azulejitos de colores que en Palermo serían pop. La oferta es básica: muzza, anchoas, jamón y morrones, tomate, fugazzetta y algún postre. En las paredes se apilan latas de tomate que en Palermo serían Warhol. Y la muzza -media masa- chorrea. Con dos porciones estás bien. Con una grande alimentás a la barra brava.
Cabildo 2467, Belgrano
8. Angelito. Durante décadas El Imperio, de Scalabrini Ortiz y Corrientes, fue un templo del buen comer. Cuando transmutó en un pizza café igual a todos, más de uno quiso suicidarse tragándose el cosito ése de plástico que ponen en las cajas para que no se aplasten. Pero cuando hay muzza hay esperanza. Hace ya varios años, los maestros pizzeros de Imperio -y algunos de sus mozos- pusieron Angelito, un localcito a sólo cien metros del original. A puro banderín y hazaña deportiva, despachan parrilla, minutas, empanadas y pizzas buena onda. La masa ni tan alta ni tan baja, con el queso en su punto justo y sin amarretear nunca jamón, tomate y demás delicias. La fugazzetta, doradita. Lo que es mejor: sale de 6 am a 2 am, o a veces hasta más tarde, según lo exija la muchachada villacrespense que copa el local y la vereda. Y más: ¡No se les cae ningún anillo y hacen delivery! Una napolitana de ésas, acompañada por un postre Balcarce casero, es un plan perfecto -y de lo más barato- para un domingo a la noche. Y si querés ver el partido, seguro que lo pasan.
Camargo 490, Villa Crespo
9. La Mezzetta. Si sos de Villa Ortúzar, sos tachero o ibas a New York City, ya sabés de qué estamos hablando. Y si no, deberías ir sabiéndolo. Hablamos de una fugazzetta de casi cinco centímetros de alto y un kilo y medio de queso, que cortada en porciones calienta el plato de aluminio hasta quemar la mano. Por ella la gente hace cola y la come ahí mismo, en banquitos amurados a la pared. Los taxis en doble fila alteran el tránsito de Alvarez Thomas. La alta rotación da vértigo, sobre todo con la fugazzetta en la panza.No hay delivery y los domingos arreglate, porque ellos descansan. Empezaron en 1939. En los ‘50 decidieron ofrecer, si no mesas, al menos cubiertos. Es que esa muzza quema feo.
Av. Alvarez Thomas 1321, Villa Ortúzar
10. Kentucky. A pasitos de Puente Pacífico hay un cartel símil pizarra: "Maestros pizzeros: Día: Víctor Sánchez. Noche: Leopoldo Vázquez". Está en Kentucky, la única pizzería con olor a pizza de Palermo, que saca zapis sin cesar desde 1942. La oferta es amplia: hay toda una gama de especiales de provolone, otra de roquefort, y todas salen en porciones para comer al paso. La de espinaca con huevo y morrones es un escándalo. Al fondo, las heladeras de coca enfrían decenas de botellas de moscato. Tradicionalmente el espacio se dividía en las mesas altas para comer de dorapa y el salón, también cafetería. En los últimos años, pensando en su fiel clientela, hicieron un tremendo salón fumador. Un seleccionado de promos -con pizza grande, porciones o desayuno- logran que la vida te sonría.
Av. Santa Fe 4602, Pacífico
Por Marcela Basch / Fotos: Pablo Mehanna
Las pizzerías de Buenos Aires parecen ser como el hombre, que a su vez, como se sabe, es como el oso: cuanto mas feo, más hermoso. En materia de muzza, cuanto mas rústico y más grasoso... más rico. Será por eso que en los barrios la pizza de soja en colchón de hojas verdes no marcha. PLANETAJOY te tira la posta: este es el top 10 en materia de muzza arrabalera.
1. Pirilo. Para minimalistas. Ni platos tiene. Ni mesas, ni baños, ni nada que no sea muzzarella, fainá, fugazza, fugazza rellena y un público fiel que espera que abran cuando se les cante. Un local de ocho metros cuadrados que saca pizzas en moldes de 60 centímetros de diámetro y las despacha en caja o servilleta. Si te portás bien te venden un vaso de moscato. Lo único que sobra es la mística. Mentira: también chorrea el queso y desbordan los clientes. Funciona desde 1932; desde que Pirilo murió atienden sus hijas, bastante distintas a Narda Lepes. Suelen ser las únicas mujeres en ese antro con tacheros que no dicen "hasta mañana". La fainá estaba a cargo del hermano de Pirilo, y cuando éste murió, en los años ochenta, dejaron de ofrecerla. Fue más de una década de luto para los paladares de San Telmo. Por suerte, ya hace tiempo que el dúo sale completo. Un mediodía cualquiera se escuchó a alguien decir: "Sólo por esto valió la pena haber vuelto a Buenos Aires".
Defensa 821, San Telmo
2. San Antonio. Más de 70 años de buena pizza explican que un martes a las 11 de la noche haya gente esperando mesa. Como entrada sale la fugazzeta, alta y rellena. Después arrasa la San Antonio: media masa con muzzarella, jamón, morrones, tomate, longaniza, huevo y aceitunas (pero sobre todo longaniza). La decoración no pasa de los potus de plástico, y ni falta que hace. Hay empanadas y sándwiches... pero todo el mundo pide pizza. Eso sí, al final de la noche acecha la torta Lujuria, tan pecaminosa que mejor ni describirla. En el mostrador esperan los que eligieron ser su propio delivery boy: San Antonio no tiene servicio de envíos. Si la querés, andate hasta Boedo.
Av. Juan de Garay 3602, Boedo
3. Napoles. La definición de la media masa: ni una lámina imperceptible ni un bollo para atragantarse. Pero por un pesito de recargo, pueden sacarla a la piedra. Sale finita pero no maricona: jugosa, aceitosa, lo mejor de ambos mundos. El local, con plantitas vivas, tiene un auténtico mostrador de estaño donde todo cuesta un poco menos (y por cómo atienden los mozos, mejor el mostrador). Todavía se puede pedir con éxito un vasito de agua de la canilla y disfrutar un rato de Crónica TV. Se lucen las pizzas de tomate, jamón y espinaca (con salsa blanca, pero también un poquito de tomate). Gran gama de copas heladas para los estómagos de acero.
Av. Corrientes 5588, Villa Crespo
4. El Fortín. Desde 1962, el horno de El Fortín es el centro geográfico y sentimental de Monte Castro, entre Vélez, Villa Luro y Devoto. Funciona a leña, mide tres metros de diámetro y se aguanta hasta 25 moldes a la vez. La gente saca números frente a banderitas de All Boys y Vélez Sársfield, porque no, no hay delivery. Sale generosa la muzza con fainá, para comer de dorapa en el sector ad hoc. La masa es aireada, alta, liviana; las especias, precisas; la fainá mide 15 milímetros de alto. Una vez una limusina blanca paró enfrente y el chofer pidió tres grandes de jamón y morrones; cuando arrancaba, se vio saludar a Diego Maradona, feliz, con la boca llena de pizza. Pobre doctor Cahe, así no hay dieta que aguante.
Av. Alvarez Jonte 5299, Liniers
5. El Cedrón. Más de 50 metros de fondo, y tres cajas: una para los mozos, otra para llevar y otra para la rotisería. Pero a la zapi: la de salsa blanca con espinaca, perdón, espinaca con salsa blanca sale esponjosa, gratinada, milagrosa. Atenti a la de doble muzzarella y la fainá con cebolla. El sitio se fundó en 1908 como el almacén "La primera curva", en honor al recorrido del tranvía. Por eso, se atreve a tomar como propio el escudo del barrio y usarlo de logotipo. Decir Mataderos es decir El Cedrón. En verano todo pasa en la vereda (techada). Desde la puerta controla todo un busto en honor al boxeador Justo Suárez, el Torito de Mataderos. Parece decir: nadie se atreva a tocar a mi pizza.
Av. Alberdi 6101, Mataderos
6. Santa María. Qué difícil es elegir la mejor pizza de Chacarita. En 150 metros se apiñan Albamonte, Santa María, San Remo y el Imperio de la Pizza, todas instituciones. Esta carabela cósmica apabulla con su variedad. La Gran Santa María propone un atracón de muzza, jamón, morrones, huevo, tomate, palmitos y provenzal; la Especial Carabela innova con durazno y manzana; la Carioca, con naranja y whisky. Para almas un poco más conservadoras, salen la de pavita con champiñones, la de sardinas y la de humita. En el salón hay un área de pizza de parado, otra de empanadas, otra de pastelería y confitería (atenti a los bombones) y un mostrador de café con promos de desayuno. Santa María es un amigo de fierro: siempre está cuando lo necesitamos.
Av. Corrientes 6801, Villa Crespo
7. Burgio. Toda una rareza: excelente pizza al molde en gran ambiente pizzeril, ¡en Belgrano! Las señoras se cruzan de vereda para no sentir el olorcito a muzzarella, ese canto de sirenas que emite el horno a leña. No por nada la barra brava de River se camina todo para venir a calmar la lija. Es que no hay otro lugar así en kilómetros a la redonda. Adelante está el triple mostrador, atrás el salón con paredes de azulejitos de colores que en Palermo serían pop. La oferta es básica: muzza, anchoas, jamón y morrones, tomate, fugazzetta y algún postre. En las paredes se apilan latas de tomate que en Palermo serían Warhol. Y la muzza -media masa- chorrea. Con dos porciones estás bien. Con una grande alimentás a la barra brava.
Cabildo 2467, Belgrano
8. Angelito. Durante décadas El Imperio, de Scalabrini Ortiz y Corrientes, fue un templo del buen comer. Cuando transmutó en un pizza café igual a todos, más de uno quiso suicidarse tragándose el cosito ése de plástico que ponen en las cajas para que no se aplasten. Pero cuando hay muzza hay esperanza. Hace ya varios años, los maestros pizzeros de Imperio -y algunos de sus mozos- pusieron Angelito, un localcito a sólo cien metros del original. A puro banderín y hazaña deportiva, despachan parrilla, minutas, empanadas y pizzas buena onda. La masa ni tan alta ni tan baja, con el queso en su punto justo y sin amarretear nunca jamón, tomate y demás delicias. La fugazzetta, doradita. Lo que es mejor: sale de 6 am a 2 am, o a veces hasta más tarde, según lo exija la muchachada villacrespense que copa el local y la vereda. Y más: ¡No se les cae ningún anillo y hacen delivery! Una napolitana de ésas, acompañada por un postre Balcarce casero, es un plan perfecto -y de lo más barato- para un domingo a la noche. Y si querés ver el partido, seguro que lo pasan.
Camargo 490, Villa Crespo
9. La Mezzetta. Si sos de Villa Ortúzar, sos tachero o ibas a New York City, ya sabés de qué estamos hablando. Y si no, deberías ir sabiéndolo. Hablamos de una fugazzetta de casi cinco centímetros de alto y un kilo y medio de queso, que cortada en porciones calienta el plato de aluminio hasta quemar la mano. Por ella la gente hace cola y la come ahí mismo, en banquitos amurados a la pared. Los taxis en doble fila alteran el tránsito de Alvarez Thomas. La alta rotación da vértigo, sobre todo con la fugazzetta en la panza.No hay delivery y los domingos arreglate, porque ellos descansan. Empezaron en 1939. En los ‘50 decidieron ofrecer, si no mesas, al menos cubiertos. Es que esa muzza quema feo.
Av. Alvarez Thomas 1321, Villa Ortúzar
10. Kentucky. A pasitos de Puente Pacífico hay un cartel símil pizarra: "Maestros pizzeros: Día: Víctor Sánchez. Noche: Leopoldo Vázquez". Está en Kentucky, la única pizzería con olor a pizza de Palermo, que saca zapis sin cesar desde 1942. La oferta es amplia: hay toda una gama de especiales de provolone, otra de roquefort, y todas salen en porciones para comer al paso. La de espinaca con huevo y morrones es un escándalo. Al fondo, las heladeras de coca enfrían decenas de botellas de moscato. Tradicionalmente el espacio se dividía en las mesas altas para comer de dorapa y el salón, también cafetería. En los últimos años, pensando en su fiel clientela, hicieron un tremendo salón fumador. Un seleccionado de promos -con pizza grande, porciones o desayuno- logran que la vida te sonría.
Av. Santa Fe 4602, Pacífico
Por Marcela Basch / Fotos: Pablo Mehanna
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